El mar sigue buscando la orilla constantemente; en espera que su persistencia nos despierte de la ilusión.

La naturaleza se mantiene maestra; mostrándonos como todo lo que de ella nace, forma parte de un mismo pulso.

Y nosotros, nos creemos un pulso individual a lo que en ella pasa. bebemos la vida con una pajilla, beberla a sorbos con los trozos de pan que la acompañan es vivir fuera del ritmo creado, aún cuándo disfrutas mejor su sabor.

Nuestra maestra, se mantiene paciente, en su sutil lenguaje nos recuerda que nosotros también somos parte del ritmo y tiempo en el que se desdobla.

Nos lo enseña en el paso de los años en nuestro cuerpo, en la cicatrización de nuestras heridas; también en darnos cuenta de que se trata la vida.

Y es así, que nos encontramos con días como estos con el tiempo suficiente para beberla a sorbos y descubrimos las migajas de vida que guardamos en las palmas de nuestras manos; la riqueza que hay en ellas y nos damos el lujo de disfrutar de los procesos.

Dedicamos nuestro día a aquello que antes parecía lento, a las risas escondidas, al olor a pan recién hecho, al primer brote del huerto, a dejar unas letras tiradas, a besarnos lento.

Descubrimos que el logro al tomarse el tiempo, sabe a una satisfacción olvidada, como los rayos de sol cuando el bañador está mojado.

No caigas en la ilusión de lo automático, nada de eso existe; es sólo el resultado final el que te permite creerlo.

No te engañes en creer que nació en el momento que tu lo viste; pues estas olvidando al soñador, al creador y todos los componentes que se unieron para que tu puedas disfrutar de tenerlo en tus manos.

Daniela Flores