Tengo la mala costumbre de poner el dedo sobre aquello que anhelo más, no sobre el chocolate o el café, más sí sobre la casa, el negocio o el amor que me espera ya
es esta creencia vieja que no logro desestimar “solo lo que cuesta vale”, el problema es que mi costo es alto, distorsionado, hasta dañino, es desgarrarme por otro, sino ¿de qué va?
y es que en realidad hay de costos a costos, están los que te suman como quitar las hojas amarillas y permitir que nazcan nuevas, te pide
una despedida y te regala una bienvenida
este equilibrio aún me toma por sorpresa lo bien que lo sé hacer y lo poco que lo conocía
pero hay otros a los que soy inconscientemente adicta, esos que me sabotean y que tristemente era lo que conocía más
un poco de sacrificio, un poco de empuje en dirección a la bendita pared del no, solo para limpiarme el cuerpo y volver a empezar
es que bien sé hacer esto de recuperarme del no ajeno, pero que complicado a sido aprender el otro no, ese que te redirecciona
entonces voltee y me di cuenta que yo era el dedo que sostenía la chaqueta que me volvía a poner en el inicio de este ciclo, ¿qué insistía en ganar?
¿cómo ganas un circuito que inicia y termina en el mismo lugar? Así es, llenándolo de competidores dispuestos a vivir de inicio a final
me llenaba, anhelaba, planeaba, soñaba, solo para llenarme de dudas y ver estos sueños desinflar, volver al circuito, volver a trabajar
¿qué ganaba? poner el dedo en mis anhelos, alimentar la duda sobre mi propio valor, mantenerme a salvo del fracaso
evitar ver fuera del circuito, sin fuerza ni amor propio ¿de dónde tomas el valor para rebelarte a ti mismo, a tus condicionamientos, a tus miedos?
¿cómo confiar en ti fuera del circuito? Si solo conoces el hambre de llegar al final, para volver a empezar
y así me volví extranjera de mis propios anhelos, una niña adiestrada en el cuerpo de una mujer que amaba ir tras lo que sabía no era para ella e ignorar lo que estaba ahí listo y en la
puerta
hasta que te hartas de finales ficticios, de callarte y eliges despertar
la fuerza de haber conocido tus peores versiones es la que te quita el miedo, si pudiste lastimarte tanto también está en ti sanarte, cambiar tu camino, elevarte, tomarte
dejar de victimizarte, aceptar tus decisiones que también son la falta de las mismas y aprender a olvidarte, dejar ir las hojas amarillas para que lleguen las nuevas
el camino de la vida esta lleno de contrastes, de crecimientos, de trayectos recorridos, de eso que nos cansó y nos obligó a vivir mejor
para mi es hacer rendir eso que se me dió en mi maleta inicial, no pretendo entregarla igual, sin abrir, sin crecerla, sin aprender el perdón, el
olvido, el dejar ir, el pintar nuevos caminos
Daniela Flores
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