Ella
Abrió los ojos aún adormilada, le tomó unos segundos darse cuenta que todo había sido un sueño. El hombre de los ojos verdes no estaba a su lado, su risa era sólo un recuerdo. La sensación aspera de la barba que acariciaba hace unos momentos se había quedado en sus dedos, los froto en un intento de traerse a la realidad sin éxito alguno.
“Otra vez”, pensó para sí misma. “¿existirá?”, decidió no dedicarle mucho tiempo a reflexionarlo y comenzó su día, verdad o inventado. La sensación de estar en casa que le daba ese hombre, es lo que ella quería en una relación. Nunca pensó que su vida estuviera a punto de traérselo en carne y hueso. Llevaba tanto tiempo teniendo estos sueños que su ego se había convencido que era una creación de su mente. Así que guardaba esos sueños para ella, asegurándose que nadie lo supiera, la vergüenza y la culpa se hacían presentes cada que la certeza quería aparecerse.
Se alistó para iniciar su día, se maquilló un poco más de lo que acostumbraba, se puso un vestido de flores que acentuaba su cintura, soltó su cabello, la música de fondo que la hizo dar uno o dos pasos. Simplemente se sentía feliz y lo reflejaba, tal vez era por el sueño o tal vez por que estaba en una etapa de su vida donde se sentía por primera vez a tiempo, en coordinación con el universo.
Ese día tenía su primer entrevista con su editor, su libro un Thriller de adolescentes había sido aceptado por una editorial bastante importante. Después de años de duda, auto-sabotaje, escritos que nunca vieron la luz; un día tomo valor y la mandó a varias editoriales. Una fue la que respondió.
Su editor resultó un hombre bastante interesante, divertido y con el que supo haría una excelente mancuerna, respetaba su estilo, su voz y sabía como presionar cuando sabía que un cambio debía hacerse.
Días después, en terapia, se animó a platicarlo con su psicóloga/amiga. Había llegado a ella después de años de pedir ayuda, era una psicóloga que también realizaba prácticas espirituales, así que su terapia era algo alternativa y justo lo que ella necesitaba. Pensó que si se estaba volviéndose loca, era mejor comenzar el tratamiento ahora que después. Así que con la voz casi en un susurro le dijo:
– He tenido un sueño recurrente
– Dime, ¿de que se trata?.
– Me da mucha pena contarte, me siento una adolescente, digo ¡tengo 33 años!. Tomó un respiro y le contó el último sueño que había tenido, lo real de la vivencia y lo profundo de la conexión que sentía con éste hombre. ¿Estoy loca?
– Siento una fuerte necesidad de validar tu sentir, créeme he visto como se ve la obsesión. Por lo que me describes y lo que siento, es algo diferente, demos tiempo para que esto se siga revelando y salga a la luz. Te pido que dejes de lado el juicio.
– Me da mucha vergüenza y pena, no sé como explicar esto. Sólo sé que es cierto.
– Me parece que te estás presionando de más, démosle tiempo. Trabajemos con el juicio, ¿te parece?. Haremos trabajo de luz y sombra.
Ella, lo hizo. Ésta sensación era hermosa, ni podía seguirla disminuyendo con vergüenza.
6 meses después…
Los sueños se hicieron más repetitivos, este hombre se volvía más real, más completo y sin embargo, seguía sin aparecer en la vida real. Una paz y certeza la acompañaba, así que decidió confiar en esa parte. La certeza se sentía, como su libro, como aquello que la había llevado a mejores lugares en su vida. Así que se tomó de ahí y permitió que sucediera.
En una semana, tendría la junta con las personas de diseño y marketing. Al parecer había habido algunos cambios internos en el departamento de diseño, así que le pidieron que esperara a que el nuevo director llegara y pudieran comenzar a trabajar juntos, le comentaron que venía de fuera y acababa de llegar.
La semana pasó, en cuanto entró a la sala de juntas el tiempo se paró, lo primero que vió fueron esos ojos verdes que la habían acompañado en sus sueños, se sintió rodeada de una paz, al mismo tiempo que una electricidad la recorrió completa. Ojos verdes se paró para saludarla, era la primera vez que se conocían, así que tendría que haberla tomado de la mano. No fue así, la saludó tomándola de la mano, mientras un “por fin” salía de su boca, ella contestó “por fin”.
Pensarás que se referían a la espera por los cambios en el departamento, no era así y ambos lo sabían. Sus almas se habían reconocido, la espera había sido larga para los dos y estaban listos para encontrarse.
Él
“¿Amor, que te pasa? Estás despierto de nuevo.” Escuchó decir a su novia, era perfecta, se conocían mejor que nadie, sus gustos eran parecidos y sobre todo la amaba. ¿Que hacía soñando con esta mujer de cabellos enredados?. Se sentía tan culpable, pues tenía una conexión más profunda con alguien a quién no conocía que con su mujer, la que estaba ahí a su lado acurrucada y confiada de ser la única. Bueno sí lo era, ella era la única. La mujer de los sueños, era una invención de su mente, de su estrés, de esa noche en su juventud.
Sí, eso era, estrés. Así que le restó importancia a los sueños, a la conexión y se convenció que lo real era la relación en la que estaba, ya se conocía, y sobre todo era real. ¿Que estaba pensado?.
Sin saber, la vida le mostraría la fuerza de la conexión. Un día sin más, su relación se acabó, no pudieron seguir fingiendo y al hablarlo con ella se dieron cuenta que sentían exactamente lo mismo. Ambos, se habían dado cuenta que la conexión seguía disminuyendo y que estaban juntos más por costumbre, por lealtad a los años que pasaron juntos, por el miedo a quedarse sin nada.
Meses después, un amigo, le comentó que buscaban un Jefe de Mercadotecnia, del otro lado del país. El puesto incluía un cambio de ciudad y era efecto inmediato, le interesó se puso en contacto, y el puesto fue suyo, consiguió departamento en una zona muy bonita, era como si todo estuviera a su favor.
Dejó de soñar con la mujer de los cabellos enredados, se convenció entonces que sólo había sido su inconsciente invitándolo a salir de una relación que no era para él. Esa misma noche, tuvo el sueño más largo y claro, casi podría asegurar que había sido real. Estaban en un bosque, tenían un lago cerca y pasaban el día ahí platicando, tocando la guitarra y viendo las estrellas por la noche.
Cuando se despertó supo que era un sueño, el nunca podría vivir esa vida, era un chico de ciudad, no tocaba la guitarra. Sin embargo, se sentía muy bien, una parte suya desconocida hasta ahora despertó en él.
Llevaba casi un mes en su nueva ciudad, con su nueva casa, en su nuevo trabajo. Los sueños con la mujer del cabello enredado, se habían vuelto aún más reales y seguidos. Justo ese día, el día que tenía la primer cita con un autor, había tenido el sueño más revelador de todos, estaban tomados de la mano en una playa, se estaban riendo. Se pararon frente a frene y ahí pudo ver lo mucho que la extrañaba, aún sin conocerla. Así que fue a trabajar acompañado de la tristeza de no poder escuchar su risa por la tarde al llegar del trabajo, de poder timar su mano mientras iban al super, de poder planear esa escapada al parque nacional que tenía ganas de hacer.
Así que con el corazón un poco más pesado, se preparó para su junta, cuando escuchó su risa por el pasillo. ¿Que le estaba pasando? “No es momento de ponerte a soñar”. Cuando apareció ahí frente a él, con su sonrisa cálida y ojos brillantes. “Por fin” la escuchó decir. “Por fin”, respondió él.
Nadie los preparó para lo que venía en su vida, porque la vida se vive así sin preparación.