Mi vulnerabilidad

Estos días han sido un constante vaivén para mi. Si hago un resumen simplemente estoy en duelo, de esos que no traen muerte si no cambios. Que al final es una muerte. Algo que conoces, como lo conoces llega a su fin.

Para ser sincera, pocos cambios en mi vida los había sentido. Pero esto de cumplir 33 realmente movió las cosas.

Me conecté con esta parte mía llamada vulnerabilidad, había escrito sobre ella, sobre su importancia, sobre el poder que hay en ella y seguía manteniendo mi distancia. Teníamos un romance en la lejanía, como el del poeta con la luna, con algo de neblina de por medio. No había sombra sólo veía la parte romántica de ella.

Era demasiado débil para vivirla, cobarde o miedosa para hacerlo; en resumen no estaba lista. Por que esto es lo qué pasa, uno empieza a aproximarse a lo que tiene que trabajar, sólo que nos da miedo. Mantenernos a salvo es lo primero. Aceptar la lección, es plantarte de frente para que lo que ya no necesitas se vaya y llegue lo que estás listo para aprender. Realmente no es tan peligroso estamos hechos para eso. Me cuesta aceptar que ya no necesito, ni quiero vivir como antes vivía.

Bueno, a mi me llegó la hora y esta vez no corrí. Me quedé serena en medio de lo que pareció el ojo del huracán; es verdad ahí hay paz, tranquilidad y bastante sabiduría. Me quedé quieta, dejé que me tocara y claro que hubo resistencia. Me enfermé de un tipo de gripa, con tos y sin cuerpo cortado, sin dolor de cabeza, sin dolor físico. Era una limpieza, mi resistencia aún me pide enfermarme para hacer un cambio. Es la forma de conectar con mi cuerpo para instalarse en mi, ¿necesario? Tal vez no, para mi hasta ahora es así y se lo permito a mi cuerpo sin juicio y sin culpa, éste ha sido otro aprendizaje grande y otra forma de amarme que he descubierto.

Fue con la enfermedad de mi abuelita, la única que queda con vida, así que no hay para donde correr, ni quiero hacerlo. Con mis otros dos abuelitos simplemente me alejé, encontré una buena excusa y me mantuve presente pero lejana. La verdad es que duele ver a alguien que amas envejecer. La persona que conoces va desvaneciéndose y por más que quieras no va a regresar, tienes que adaptarte a la nueva que está enfrente de ti. Así paso con mi abue, puedo decir que de la noche a la mañana envejeció, más sería una mentira. Lo hizo, como es la vida poco a poco.

Su vejez, es mi vejez. Es aceptar que ya soy una adulta, sin vuelta atrás. Me permití ver a mi abuela, así vulnerable, dependiente, con miedo. Entonces me toca a mi contenerla, ser la adulta y estar ahí para ella. Aceptar que tenga miedo, que no sepa que hacer, que le duela, que sea débil y respetarla lo suficiente para no salir corriendo ya sea para alejarme o para salvarla. Me doy cuenta que soy su nieta, desde aquí me toca apoyar a mi padre primero, dejar que él sea hijo. Que viva este proceso con su madre, por que la vida es muy exacta y es necesario.

Escogemos a nuestros padres al nacer, así nos aseguramos de vivir aquello que nuestra alma quiere experimentar. Sin duda, eso me queda más claro el día de hoy. Mi pa me está dando una lección de vida, grande. A pesar de su dolor, desesperación, hartazgo ahí está con su mamá. Lo mejor, que la comprende a pesar de su propia resistencia, de que quisiera que fuera diferente o de no saber que hacer. Eso es amor, si no, no sé que otra cosa sea.

El amor es eso que nos lleva de la resistencia al sí.

Agradecida por esta lección de vida. Me tardé un poco en publicarlo, es bastante personal y me hace sentir muy vulnerable. Pero creo que necesita salir a la luz y ya hace tiempo que dejé de pelearme con mi intuición. Deseo que estas palabras te den algo.

¡Bendiciones!

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