No hay peor pérdida de libertad
que la que sucede a manos propias
cuando en apariencia
uno cree tener las manos llenas
mientras se escurre, sin sonar.
Gota tras gota
anhelo tras anhelo
dejándolo para luego
uno ensancha más la sonrisa,
abre más las brazos,
sube el volumen a la música
también a los vasos.
Pero donde esconde uno la mirada
la boca seca que grita: libertad
sin poderle articular.
Y es que seguiste el guión,
fuiste lo contrario a tus padres
recorriste el mundo,
cargaste la mochila
Viviste en guardia, perseguido
por el sueño tonto
de lo que realmente deseabas
aún lo recuerdas
se sentía a libertad
Corriste demasiado pronto
demasiado ciego
hacia lo que llamabas libertad.
Te olvidaste de escuchar
la voz de tu propia libertad.
Daniela Flores
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