Mi vestido de verano
no me sirvió de abrigo,
cuando tus zonas glaciares
aparecieron en medio
del verano que vivíamos.
No pensé en usar el abrigo
que el amor había insistido
en empacar en la maleta,
ni en aceptar
tu cambio abrupto de estación,
sin otoño que le precediera.
Me empeñé en reclamarte
lo corto de mi verano,
sin notar que solo era
tu cambio de estación.
No tuve tiempo de preparar
ni los sueños,
ni los anhelos,
para ponerlos a hibernar.
Tal vez,
nos encontramos
al final de tu verano
con el mío ya avanzado,
tal vez,
sí me mostraste tu otoño
y me perdí en la intensidad
de mi verano;
no vi tu necesidad
de cambio de estación.
Con el tiempo
también llegó mi invierno,
después de un otoño apresurado,
con pocas hojas amarillas;
ahí comprendí, que amar,
es compartir estaciones
y acompañar cuando estas cambian.
Daniela Flores