Me parece que este sentido de límite de tiempo, el rápido, el no querer esperar para nada es la gran adicción a la que nos enfrentamos. Es la droga más barata, la constante urgencia por que las cosas sucedan.

Es en esta urgencia que dejamos de lado lo cotidiano, lo inocente, lo silencioso, lo que brilla sólo en ciertos momentos del día. Así como un diamante cuando la luz lo toca.

Sabes, el pajarito que brinca enfrente de ti para mostrarte su vuelo. Esto pierde significado en comparación con llegar tarde al trabajo, por que uno tiene que comer.

Me sorprendió darme cuenta, lo difícil que fue sentir paz en tiempos prolongados. El tiempo que me ha llevado desintoxicarme de despertarme alterada por la mañana, llena de pendientes y manejar la culpa por tener una vida tranquila.

Es por eso que no nos damos cuenta de la importancia del otro. El saludo al desconocido, la bendición en lo secreto de tu corazón, el perdón cuando te hablas feo, la corrección a los diálogos mentales que sabes que no te sirven.

Y es que parar, parece de bobos. Pero pienso, si tenemos toda esta tecnología que nos ha facilitado la vida en muchas cosas, que nos está costando la salud desde la propia hasta la de nuestra amada casa. ¿Entonces? Para que lo seguimos haciendo, ¿que estamos ganando?

Pero todas estas preguntas, estas filosofías internas, no nos las hacemos por que no hay tiempo, por que vamos tan rápido que ni cuestionamos si esto u lo otro es necesario, si se puede hacer de otra forma o si puedes crear tu propio camino.

Filosofar sobre tu existencia, es el regalo más bello que puedes darte, es donde encontraras muchas respuestas, apreciación y paz. Descubrirás que el tiempo se alarga.

Si bien parece que aprendeos, que logramos, que recibimos en verdad sólo estamos descubriendo aquello que ya somos. ¿No es extraordinario?

Daniela Flores