La Luz que brilla al alba.

Quería conocer el mundo

recorrer cada parte de él,

conocí poco,

suficiente para reconocer

que lo que buscaba

no era solo a él,

no era una tierra lejana,

ni un piso al cual llamar mío.

Cuando tuve el valor

recordé el cansancio,

el vacío y el dolor

que en dosis pequeñas

me provocaba

el supuesto sueño de libertad

que debía de sostener.

El cansancio de cada ida,

el peso de la maleta cargada de expectativas,

la decepción contenida en asombro al no cumplirlas.

Entonces fui dentro,

donde nunca soñé,

pues crecí buscando

la gloria sólo en el afuera

y me olvidé de ser.

Ahora que recuerdo lo que soy,

descubro que lo que tanto buscaba

en ese mundo exterior,

era la proyección de mi luz interior.

Cada que creía la luz alcanzar,

se desvanecía

y cambiaba de rumbo

a un nuevo lugar.

Esa luz que se veía tan clara,

en el horizonte de las noches oscuras

y que con el alba perdía claridad.

Siempre distante,

siempre lejana,

siempre en otro lugar

de donde yo estaba.

Era la luz de mi alma,

que aprovechaba la obscuridad de la noche

para brillar con mayor intensidad,

con la esperanza

que un día cansada

de perseguirla hasta el alba

me diera cuenta que aquí conmigo siempre está,

dispuesta a alumbrar mis noches oscuras,

con estrellas, lunas

y hasta arcoíris crear.

La luz que brilla al alba,

guía de mis días y noches,

ahora lo externo

se ha vuelto una nueva realidad,

un campo de juegos

lleno de luces puedo divisar,

lista estoy para explorarlo con

la claridad que la luz que porto me da.

Selvas, mares,

ríos, ciudades,

caudales y polos polares

que entre lunas y soles

dadivosamente

se nos dan para explorar,

con la luz que brilla al alba.

Daniela Flores

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