Esto fue escrito hace ya un rato, a forma de reflexión personal con la plena intención de convertirse en esto, un lugar de reflexión, de cuestionarnos, de elevar la voz hacia el primer y único lugar desde donde comienza el cambio dentro de cada uno de nosotros.

En una sociedad donde la sexualidad de las hijas era propiedad y moneda de cambio para los padres, misma que se volvía propiedad de los esposos. Esto no tiene mucho que cambió, mis bisabuelas aún vivieron esta transacción, esto de la unión por amor es relativamente cerca a 2 o 3 generaciones o tal vez algunas personas nunca lo han experimentado.

Es de esperarse que la única manera de revelarse sea entregarla a alguien que no sea del deseo de su padre, a muchos para asegurarse que nadie se proclame propietario o usarla ella misma como moneda de cambio para su aparente beneficio.

Y en este acto de rebeldía forzada, nunca pasa por sus manos, le conoce como algo extraño a través de los visitantes en su vida.

Tal vez, nunca la experimenta y vive para ella misma. En este intercambio de poder, ¿podrá algunas de las dos partes beneficiarse y disfrutar de la riqueza de esta experiencia?

En esa rebeldía acumulada explotó y mostró su cuerpo, su sexo, su poder, gritó, pisoteó, rompió corazones, sueños, ilusiones y acabó sintiendo el mismo vacío que un día la lastimó.

Ahora está más enojada, con esta hambre de igualdad que en esto la convirtió, en una fiera que devoró las mismas flores que él un día pisó.

Cuenta sus batallas, los cuerpos que devoró y no logra salir victoriosa aún cuando quien la rodea le aplaude; no logra limpiar la tristeza.

Sólo quería igualdad de elección, liberarse del no; libertad para existir y acabamos en otro molde que también nos limita pero es resguardado por nosotras mismas.

Daniela Flores