Entonces un día encuentras una ducha de agua tibia que te hace sentir que te quema la piel; es ahí donde te das cuenta que has estado viviendo con frío. El problema es que estás tan entumido que la calidez te duele. Es tan nuevo, que es posible que salgas corriendo; pero la sensación se queda en tu piel.
Y cuando algo nos duele nos vamos a defender, aún cuando sabes que es bueno para ti; la primer reacción es retraerse. Como hace uno cuando está entumido y tu piel toca el agua tibia en la ducha. Tu pie se regresa aún cuando tu mano te dice que el agua está deliciosa, sabes que se siente bien y a medida que el pie se aclimata pues el resto ahí va.
O así se siente cuando te sientes completamente amado pero lo único que quieres es salir corriendo, ese amor se vuelve demasiado perfecto y completo para ti. Es ahí donde a uno le toca confiar en la mano, medir que el agua esté templada, aclimatar el pie y dejar que poco a poco se temple el resto de la piel.
Para eso es necesario quedarnos y el primer lugar donde nos sucede esto es en nosotros mismos. Cuando encuentras esa parte tuya conectada con el todo universal, descubres que hay una fuente de amor perfecto que ya habita en ti, que sabe todos tus errores, pensamientos obscuros, tus inseguridades, ideas fijas y aún así te ama y sigue ahí, esperando a mostrarte todo lo otros que no te has atrevido a ver en ti.
Es esa parte encargada de la rectificación, esa que años después te muestra otra opción de vida, esa que sigue alimentando tus ideas, esa que crea encuentros que te hacen agradecer por estar vivo, esa que te perdona una y otra vez, esa que te da familia, risas, amor, compañía.
Entonces si tu corazón te está llevando a una ducha tibia, puede que duela, puede que des unos pasos; más si tu mano la reconoce quédate, regresa. Aún cuando te tome algunos intentos, el universo no cree en la tercera es la vencida, le importa más que tu quieras, que realmente quieras, que con cada intento gane el realmente quiero.
Créeme, la vas a disfrutar y agradecerás haber tenido la valentía, el coraje, la constancia de haberte quedado; de haber dicho, sí. Vale todo la pena, los ridículos que uno le hace pasar al ego, las negaciones, las lágrimas.
Sabes, ¿por qué?
Porque nada es más valiosos que apostar por el llamado de tu corazón y luchar por eso. Te hace darte cuenta que sin importar que se te presente, ahí estás para ti. Que nunca estás solo y que no importa que tan tenebroso se vea el camino, sin importar que tantas veces te pierdas o quieras renunciar, ahí estás tú (toda tu existencia, tus guías, el universo, el todo) para ti.
Porque te libera, le deja de temer uno a los malos momentos, no dejan de ser incomodos, no dejan de doler, no dejan de aaaaagg; sí y sabes que vas a aprender, que son pasajeros y que algo también se construirá de eso.
Al final, la vida está llena de estas duchas. De poco sirve patearnos el trasero por las que hemos dejado pasar, ya suficiente es haber vivido con frío por más tiempo. Así que cuando te encuentres una, otra vez, tómala y todo aquello que te correspondía llegará; por que el tiempo no es lineal al menos no para el ser, ni para el universo.
Daniela Flores