Es indispensable salvaguardar mi inocencia,
esta que me hace sentir tan vulnerable
en un mundo donde la rosa ya no es valiosa,
sólo decorativa, un adorno con fecha de caducidad.
Es mejor ser diamante,
rudo, duro, creado para brillar.
Ser inocente es cosa de niños, nos decimos,
mientras nos excluimos de posibilidad de vivirlo,
tal vez nos hemos obligado a callar la inocencia,
sólo la dejamos hablar cuando nos enamoramos
y es por eso que nos sentimos tontos,
tan vulnerables y bellos como una rosa.
Tal vez, por eso mejor deseamos ser diamantes,
pulirnos unos a otros en relaciones
sin raíces, sin agua, sin viento.
Tal vez, nos hemos convencido unos a otros
que ser rosas nos es ya imposible,
que hemos traspasado esa línea del tiempo
donde podíamos ser inocentes de nuevo,
vulnerables, suaves y bellos como una rosa.
Me había forzado a ser diamante,
siempre puliéndome más, ¿quién me puede culpar?
Sólo quería brillar, sentirme segura, ocupar un lugar.
Desperté, y recordé que en realidad
soy rosa floreciendo en libertad,
a la brisa de la mañana, con espinas, pétalos suaves
y raíces que van al centro de la tierra.
¡Bienvenida, en casa estás!
Daniela Flores
👍👍👍
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